El celular hace el mundo un poco más fácil
- Ana Peña Serrano
- 22 mar 2019
- 4 Min. de lectura
Los celulares se han vuelto una extensión de nuestro cuerpo. Es más que un aparato que nos permite comunicarnos con los demás, es nuestra alarma, periódico, agenda, reloj, incluso billetera o espejo. ¿Se han puesto a pensar la cantidad de diferentes objetos que se necesita para remplazarlo?
Un aparato que entra en el bolsillo de un pantalón, una pequeña presencia que siempre nos acompaña y que muchas veces no lo reconocemos como algo ajeno a nosotros, se ha vuelto un elemento común a todas las personas y necesario para la vida diaria.
Con el fin de conocer cómo se vería afectada mi vida si es que dejo de tener un celular, decidí realizar el reto establecido por mi profesor de no utilizarlo por 24 horas. Dejarlo rezagado en un cajón de mi dormitorio justo al momento de dormirme y no volverlo a usar por ese tiempo.
En realidad, no era la primera vez que me quedaba sin celular por un tiempo, pero saber que estaba esperándome en un lugar de mi casa creaba más intriga en lo que en ese pequeño mundo virtual estaría pasando.
Mi día incomunicada comenzó temprano, por el motivo de que siempre he programado mis alarmas en mi celular y al no tenerlo, no contaba con una manera distinta de despertarme, por lo que pedí a mi madre que al momento que se levantará para trabajar me despertará, esa hora fue 6:30 am aunque, mi hora normal de despertar según mi horario de clases podría haber sido hasta las 8.
Como dice el refrán uno no se da cuenta de lo que tiene hasta que lo pierde, o en este caso no puede utilizarlo; debía tomar una ducha antes de ir a clases y solo por ese día quise de verdad escuchar música mientras me bañaba y no era solución meter mi computadora al baño.
Puede resultar increíble y un poco absurdo la cantidad de cosas que ignoramos por estar pegada a la pantalla del teléfono y lo lento que pasa el tiempo cuando debo esperar y no tengo en que más distraerme, debía estar lista 7:40 para que una amiga me lleve a la universidad y sin el tiempo desperdiciado en la actualización de redes sociales en la mañana estuve lista 15 minutos antes. Pude desayunar tranquilamente y quedarme sentada esperando que sea la hora indicada.
El habitual mensaje de “Sal” una solo palabra, la mayoría de días es mi alerta para salir, es tan rutinario que hemos dejado olvidado el “hola” y todas las formalidades para iniciar una conversación, ese día mi mensaje fue el sonido de la bocina del carro.
La mañana pasó tranquila entre clases y elaboración de proyectos, pero varias veces intentaba como un reflejo natural buscar mi celular para ver los mensajes que me han llegado o la hora que era y mi mente tardaba unos segundos en recordarlo olvidado en mi casa.
Las conversaciones con mis amigas que por ese día tampoco utilizaban el celular fueron más largas, profundas y divertidas no es que nos consuman completamente nuestros teléfonos, pero prestaba más atención a su forma de expresarse y nos veíamos todo el tiempo a los ojos pues, cuando utilizas el celular hablas mirándolo a este y de vez en cuando a tu amiga.
Al momento de llegar a mi casa las cosas cambiaron mis ñañas que sí tenían sus celulares interactuaban con el mismo y no estaban tan dispuestas a conversar conmigo por un periodo largo de tiempo.
Hasta después de almorzar nada había alterado de gran manera mi tranquilidad sin celular y mi gran necesidad de utilizarlo. En el momento de estar en mi trabajo tuve que desperdiciar gran cantidad de tiempo y realizar largas caminatas para poder encontrarme con personas o realizar actividades que si hubiera tenido mi teléfono no me hubiera demorado más de 10 minutos en todas ellas.
Ya ni lograba recordar lo complicado que es intentar encontrar a alguien sin teléfono, tienes que estar parado en un lugar previamente establecido sin saber cuánto tiempo ha pasado desde que llegaste o cuanto se demorará la otra persona en llegar o si le surgió algún contratiempo, en esos minutos que parecen años viendo pasar a la gente te pones a pensar si estas en el lugar establecido o si estas completamente equivocada tú o la otra persona.
Esa pequeña impotencia que genera querer realizar una simple actividad y verla imposible te resulta insoportable y estresante, el mundo es un poco más sencillo con teléfono puedes contactar a las personas en cuestión de minutos, puedes saber que clases tienes, el clima, la hora; es un elemento de mucha ayuda, pero este día sin celular me dejó ver cómo hemos metido todo nuestro mundo en un teléfono y somos dependientes de él pues, si en algún momento no lo tenemos, nuestras vidas se desordenan y nos sentimos un poco obsoletos.
La tecnología como nos da nos quita, por la pantalla del teléfono dejamos de ver las caras sonrientes de las personas y nos olvidamos de ver el cielo para conocer el clima y bajamos nuestra mirada para que esa respuesta nos dé una base de datos dentro del teléfono.
Mis 24 horas sin celular terminaron sin que este me fuera indispensable, varias cosas en mi día tuvieron que ser modificadas para lograr hacerlo sin el apoyo de la tecnología, aunque re descubrí nuevos detalles que este me hacía ignorar, terminó el día y volví con emoción acumulada a tomar mi teléfono y actualizarme de todo lo que me había perdido en este tiempo.
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